La carta de San Pablo a los Corintios nos recuerda la importancia de vivir nuestras vidas diarias de acuerdo con la voluntad de Dios: "Por tanto, queridos hermanos míos, manteneos firmes e inconmovibles, progresando constantemente en la obra del Señor, conscientes de que vuestro trabajo en el Señor no es en vano" (1 Corintios 15:58).
Es fácil caer en la tentación de pensar que el fin del mundo es algo lejano y que nuestras acciones cotidianas no tienen ninguna importancia en relación con él. Sin embargo, la verdad es que cada decisión que tomamos, cada acción que llevamos a cabo, tiene un impacto en nuestra relación con Dios y en nuestra vida eterna.
En el Evangelio de Mateo, Jesús nos advierte que debemos estar preparados para el fin del mundo en todo momento: "Por eso, estad alerta, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor" (Mateo 24:42). Esto significa que no podemos posponer nuestra preparación para el fin de los tiempos para un futuro lejano, sino que debemos vivir cada día como si fuera el último.
La forma en que vivimos nuestras vidas diarias también tiene un impacto en la vida de los demás. En la primera carta de San Juan, se nos recuerda que debemos amarnos los unos a los otros y vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios: "El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas... El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo" (1 Juan 2:9,10).
La vida diaria del católico debe ser una expresión del amor y la caridad que Dios nos ha mostrado. Esto incluye no sólo nuestras relaciones con los demás, sino también nuestra relación con el medio ambiente y la creación de Dios. La carta de San Pablo a los Romanos nos recuerda que "toda la creación gime hasta el presente y sufre dolores de parto" (Romanos 8:22), lo que significa que debemos ser cuidadosos y responsables con el medio ambiente y los recursos naturales que Dios nos ha dado.
En resumen, la relación entre el fin de los tiempos y la vida diaria del católico es una cuestión de gran importancia en la fe cristiana. Debemos vivir nuestras vidas diarias de acuerdo con la voluntad de Dios y estar preparados para su regreso en todo momento. Nuestras acciones cotidianas tienen un impacto directo en nuestra relación con Dios y en nuestra vida eterna, así como en la vida de los demás y en la creación de Dios. Como dijo San Pablo: "Porque en él vivimos, nos movemos y existimos" (Hechos 17:28).
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